Miercoles

El bar de Eleno es el punto de reunión de los personajes de Mexicotet. En estas conversaciones vemos como muchos Mesxicoteros tienen la formula para salvar el mundo y otros solo se preocupan de sus pequeños problemas.

Las mejores ayudas

Apoyado en la pared y mirando, muy pensativo, se encuentra Madaleno al que, en este momento, se le acerca Juanito Feliz.

-Te encuentro muy pensativo Madaleno ¿en qué piensas? -le pregunta.

-Verás amigo, en que prefiero mil veces que se me ayude para ser fuerte a que se me ayude porque soy débil.

-Está claro, -le contesta Juanito mientras deja el vaso de cerveza ya vacío en el alfeizar de la ventana- son las filosofías distintas de un buen o mal gobierno. Una persona honrada y trabajadora preferirá siempre que le den posibilidades de trabajar a que tenga que vivir de la caridad, sea de quien sea.

-Juanito, con todo lo que está pasando, me pregunto ¿como se somete a un pueblo tan fácilmente?

-Verás Madaleno, hay dos cosas muy simples. Elimina el valor y la cultura como virtud y buscales un terrible enemigo. Las ovejas siguen al pastor al matadero creyendo que las protege del lobo.

¡Que no te llamen tonto, Madaleno!

No consientas nunca que te llamen tonto Madaleno, porque demuestras tener mucha más cordura que los que, con ánimo de burlarse, te lo llaman a veces.

-Pero yo comprendo -dice Madaleno dirigiendo la vista al grupo escandaloso que se ha formado junto al mostrador y que rien de alguna salida graciosa de Perogrullo- que tiene que ser difícil distinguir a un tonto en un grupo de gente. ¿No crees, Juanito?

Juanito le indica que se siente en una de las silla que hay junto a la ventana y a continuación se siente a su lado y apoyando los codos en la mesa comienza a contarle.

-Yo tenía un amigo que se le ocurrió hacer un pequeño experimento que demostraba muy fácilmente que no es tan difícil, inclusive en un grupo de gente desconocida, reconocer a los tontos. Este amigo mio se había comprado un perro y no sabía que nombre ponerle. La verdad es que el perro era feo y muy vago. No daba más de tres pasos sin descansar. Mi amigo tuvo la brillante idea de ponerle un nombre raro y estaba indeciso entre ponerle Salchichón, Pocopito o algunos más que se le fueron ocurriendo. Por fin se decidio por algo cortito y le puso Tontobobo. Un dia que fui a visitarlo, salimos a dar un paseo y en una plaza vimos a un grupo de seis o siete chavales de entre 18 y 23 años que charlaban animadamente. Mi amigo me hizo una señal y guiñándome un ojo arrimó el perro al grupito de jóvenes y, el perro siguiendo su natural proceder, inmediatamente se tumbó. Esperamos unos segundos y Joaquín, mi amigo, le dijo al perro levantando la voz.

-¡Hombre, ya era hora, por fin he encontrado al Tontobobo!

Los jóvenes, que no tenían conciencia de que el perro estaba entre unas matas, ya a punto de dormirse, pensaron que era con ellos a los que Joaquín se dirigía, todos se giraron y casi todos no hicieron ningún caso, luego rieron al ver que era al perro a quien se dirigía, pero uno en particular miró a mi amigo con cara de pocos amigos y llamándolo imbécil le sacó un dedo en la clásica posición ofensiva.

Recojimos al perro que al oir su noombre vino de inmediato y alejándonos anos metros, mi amigo me dijo.

-Te has dado cuenta Juan, solo se ofenden los que se sienten aludidos. El tonto asoció de inmediato que me refería a él.


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