El ser

Escrito en su diario por el profesor Durán.

Hace ya unos años que me alejé de la docencia y no tengo demasiado contacto con la universidad. Mis experimentos de física desde hace ya mucho tiempo, han estado encaminados a la posibilidad de que pudiéramos comunicarnos con otros mundos, dimensiones o universos paralelos.

Hará un año que desistí, porque, ni con todo el dinero de una nación podría generarse la enorme cantidad de energía que se necesitaría, simplemente para probarlo.

Pero esto cambió hace unos meses. De repente me di cuenta de que, lo que fallaba era el modo; no era posible probarlo con los métodos que había estado intentando hasta ese momento.

Al tomar un camino totalmente distinto, vi que solamente con mis conocimientos era inútil el continuar. Por lo tanto me dediqué a, sin decir el motivo, preguntar a mis colegas sobre otras materias, los datos que a mi se me escapaban.

Necesitaba saber en qué fechas el Sol estaba alineado de un cierto modo con alguna estrella muy activa. También, si había algún agujero negro, estrella de neutrones, etc...que pudieran cumplir una teoría que rondaba por mi cabeza. Necesité hacer muchas consultas, mis colegas se extrañaron y pensaron que estaba ya fuera de mis casillas, pero tenía razón. Puedo escribir para mí, dejando constancia del hecho, que lo he conseguido.

La cosa era más sencilla de lo que parecía. Nosotros no podemos generar la enorme energía necesaria, tampoco podemos calentar el mundo entero, ni levantar el mar con las mareas, pero hemos aprendido a aprovecharnos de la energía del sol y de la fuerza de gravedad de la Luna.

Las pruebas tenía que hacerlas tomando en cuenta varias cosas.

Primera: Tenían que ser a media noche, cuando el sol estuviera en el otro lado de la tierra. La energía que yo necesitaba rodearía la tierra y se juntaría en la parte que coincidiera con una línea imaginaria que, desde el Sol, atravesara la tierra. Se necesitaron muchos cálculos para saber cuando estaríamos en unas condiciones, lo más aproximadas, a las ideales.

La segunda: Que siguiendo la misma recta, pudiéramos recibir esa energía de otra estrella o fuente de energía dimensional, cómo yo la había bautizado.

La tercera y más importante: solo serviría si alguna civilización, mucho más avanzada que nosotros, lograra captar nuestras señales, puesto que nosotros no podríamos, ni en sueños, tener todavía la capacidad de abrir una puerta.

Yo nunca publicaré esto. Cuando muera queda al buen entendimiento de mi amigo Lorenzo el darlo a conocer a personas que lo valoren en lo que vale, y no mencionen mi nombre si hay algo que pudiera manchar, de algún modo, mi buen nombre o mi capacidad de raciocinio. También guardará mis notas en lugar seguro y todas las grabaciones de la cámara. Para ello le dejo un sobre con todos los códigos de seguridad.

Tal día de tal mes puse en marcha el aparato. Nada sucedió. Lo estuve poniendo todas las noches mientras las condiciones eran las favorables.

Una semana después, en el momento justo que desenchufaba la máquina, noté una especie de vibración en una de las paredes de mi laboratorio. Poco a poco parecía volverse acuosa, volverse transparente, difuminarse y distinguí una figura que poco a poco se fue haciendo más nítida.

El corazón empezó a irme cómo un caballo desbocado. ¿Qué pasaba? ¿Qué había hecho? ¿Qué podía pasar?

Un ser muy extraño salió de aquella especie de niebla. Tenía nuestra estatura pero no se nos parecía en nada. Llevaba una especie de traje plateado, era delgado hasta la exageración, una cabeza enorme en la que unos ojos sin parpados parecían taladrarme con su mirada. Esos ojos ocupaban buena parte de la cabeza, la boca era minúscula, no le vi orejas y el cráneo parecía sostenerse gracias al traje, los brazos eran cortos pero sus manos tenían, ellas solas, la misma longitud que ellos. Se distinguían dos piernas, pero no eran piernas, era algo que se parecía más a raíces.

En este punto, la cabeza me daba vueltas, las manos se me agarrotaron a los brazos de mi silla de ruedas y, solo con un gran esfuerzo y mentalizándome en que no había ningún peligro y nada que me indicara que aquel ser tuviera intenciones de atacarme, y viendo el enorme avance que podría suponer el poder tener contacto con otros mundos, se transformó poco a poco el miedo en curiosidad y el nerviosismo en interés.

El ser me miró con la misma curiosidad con que yo le miraba. Se quedó quieto unos pasos afuera de la puerta dimensional, y estuvo durante unos instantes totalmente estático. Después pensé que actuaba parecido a cómo hacen los expertos en animales; cuando se encuentran con un perro o cualquier otro animal que está nervioso, y quieren tranquilizarlo. Al poco levantó aquella enormes y terribles manos y me mostró durante un minuto sus palmas. Entonces me di cuenta de que era un mensaje, por lo que yo también hice lo mismo con mis manos. Luego se llevó la mano derecha a la cabeza y la otra al lugar que en nosotros ocupa el estómago. Yo hice lo propio. Dio otro paso, aunque fue más bien un deslizamiento, hacia mí. En el traje llevaba unos extraños objetos parecidos a teléfonos móviles. Cogió uno, lo dejó en la mesa hizo el gesto de tocarlo mientras me miraba, después se señaló con un dedo. Desde luego era una señal indiscutible de que pulsando o rozando aquel objeto podría comunicarme con el, o llamarlo, o verlo. No sabía entonces la maravilla de aquel aparato y la amistad que me uniría durante una semana con aquel extraño ser.

Pensando que pudiera ser un regalo, yo le alargué mi Ebook. Lo puse sobre la mesa y pulse para que salieran en la pantalla alguna de las películas que mi sobrino había puesto en el. Lógicamente era más fácil enseñarle imágenes que libros que, de momento, no podría entender, ni tan siquiera suponer, que es lo que eran ni para que servían.

Para demostrarme su utilidad, me indicó por gestos que entraba en la puerta dimensional, luego pasó la mano por el aparato e hizo cómo que salía de la puerta. Yo asentí indicándole que había comprendido. No sé cómo, pero me entendió.

Poco a poco conseguimos comunicarnos. El pequeño aparato era una autentica maravilla: proyectaba imágenes tridimensionales con las que me fue mostrando de donde venía. Es una lástima que yo no sepa gran cosa de astronomía, aunque, de todos modos, creo que no hubiera servido porque no me recordaban a ninguna galaxia ni sistema conocido. Estoy seguro que posiblemente no fueran de esta dimensión, con lo cual era imposible poder conocer el lugar físico donde podía encontrarse su mundo.

Cuando estaba con él me parecía que yo era una especie de salvaje intentando comunicarse con un premio Nobel. Él mostrándome sus conocimientos con aquel maravilloso aparato y yo, frente a la clásica pizarra con el pizarrín. A veces esto me causaba risa y él se mostraba extrañado.

En esta primera ocasión estuvimos casi un par de horas. Después, me indicó que no podía estar más, porque su permanencia en este mundo no podía prolongarse pues pondría en peligro su vida.

Se dirigió a la puerta dimensional, y desapareció cómo había llegado, dejándome en la mesa el pequeño aparato, al que definiré cómo mágico, porque la diferencia entre conocimientos era tan enorme que no se me ocurre otro modo de describirlo.

Pasé el resto de la noche anotando todo lo que me había mostrado. Poco antes del amanecer, el cansancio me venció y me fui a la cama donde tuve un sueño nervioso del que me desperté casi a las cinco de la tarde.

De una cosa estaba seguro. No podía decir nada de esto hasta que el ser me hubiera dado su consentimiento. Conocía demasiado bien el alma humana cómo para poder confiar en el resto de mis camaradas científicos. Algunos comprenderían y serian consecuentes, pero la gran mayoría venderían su alma al diablo para conseguir la información de aquel ser. Otros no dudarían en hacerlo pedazos para ver cómo era por dentro. Y no digamos los militares que, algunos se sentirían atacados, otros querrían aprovecharse para ser más fuertes averiguando que armas poseían en aquel mundo desconocido.

Siempre había tenido la puerta de mi laboratorio cerrada, pero a partir de ese momento le indique a mi asistenta que quedaba totalmente prohibido entrar.

Esperé con impaciencia la noche para que la confluencia de las energías fueran las indicadas; aunque posiblemente la tecnología de aquel mundo no tuviera necesidad de ese condicionante.

Me preparé un montón de preguntas, pensé en la manera de realizarlas y llegado el momento me dirigí al laboratorio, cerré la puerta con otro cerrojo que me habían instalado aquella tarde y me dirigí a la mesa en la que descansaba el aparato “mágico”.

Pasé la mano por encima y comenzó a emitir un precioso color azulado. Poco después, volvió la pared a ponerse de una manera que recordaba las ondas que hace el agua de un estanque al tirar una piedra, y a los pocos minutos, se fue perfilando la imagen de aquel ser, que se deslizó sobre sus raíces hacia mí, me hizo la señal que yo entendía cómo un saludo y yo, a mi vez, le contesté.

Todo lo que pude aprender de aquel ser, de su mundo, de sus conocimientos, están escritos en mis cuadernos de estudios. Aquí solamente voy a anotar las ideas, y otras “conversaciones”, que fueron muy importantes para mí.