Hemos recibido este pequeño escrito que nos ha encantado. Es muy corto, pero es digno de figurar entre las novelas policiacas de muchas más páginas. Lo tendreis leido en un minuto y os encantará. No conocemos el autor.
Hace unos cuatro años, Oscar Parkes, empleado de una agencia de negocios neoyorquina, recibió el encargo de llevar las cuentas de la señorita Genoveva Knowland, acaudalada inválida, vecina de Morristown, Estado de Nueva Jersey, la cual padecía una incurable enfermedad de los huesos.
En su primera visita, Oscar causó tan excelente impresión a la infortunada señorita, que poco después le invitó a pasar un fin de semana en su mansión. Seis meses más tarde, Parkes pidió a miss Knowland que fuese su esposa.
—Tal vez no sea el nuestro un amor de novela—le dijo—, pero los dos sabemos lo que queremos en la vida. Me gusta su compañía, gozo sirviéndola a usted y creo que podremos ser útiles el uno para el otro.
Parkes no pudo portarse mejor con su doliente esposa. Manejó sus inversiones de fondos con suma destreza y nunca quiso serle gravoso en lo más mínimo, pues insistía hasta en pagar su parte en los gastos domésticos. El segundo año de matrimonio Genoveva modificó su testamento, nombrando a su marido heredero universal.
Entonces Parkes decidió llevar a cabo la idea que siempre había tenido en la mente desde que vio por primera vez a Genoveva Knowland : asesinarla. Además, una muchacha de Nueva York con la cual mantenía relaciones, se estaba impacientando y le amenazaba con buscarse un hombre rico lo mismo que Oscar había encontrado una mujer. "El crimen perfecto—se dijo éste—no es aquel que burla la sagacidad policíaca, sino aquel que nunca llega a conocimiento de la policía. Voy a proyectarlo hasta en sus menores detalles."
El detalle número 1 fue informar a su esposa de un nuevo tratamiento para las enfermedades de los huesos aplicado por un especia lista belga y convencerla de que le permitiese llevarla al extranjero. Genoveva agradeció conmovida la solicitud de su esposo y accedió a hacer el viaje.
El detalle número 2 fue comunicar a sus amistades que se embarcaría con su esposa el 9 de octubre, dos días después del segundo aniversario de su boda, y sugerirles que no acudiesen a despedirles para no agravar el estado nervioso de Genoveva.
El detalle número 3 fue notificar a los criados que iba a cerrar la casa y que consideraba innecesarios sus servicios.
Todo lo que restaba por hacer era asesinar a su esposa en la noche del día 7, deshacerse luego del cadáver y marchar en automóvil a Nueva York a la mañana siguiente. Después se casaría con Rita, inscribiéndose ambos en el hotel como Oscar Parkes y señora, y embarcarían con destino a Europa al siguiente día. Un mes más tarde cablegrafiaría que su esposa había muerto y que traía sus cenizas a Morristown.
La noche del asesinato, Parkes dio a los criados su última paga. Luego fué a la alcoba donde descansaba su esposa y se sentó junto a ella al borde del lecho. Genoveva tenía los ojos cerrados y el rostro animado por dulce sonrisa cuando él le rodeó el cuello con las manos y apretó...
A las dos de la mañana llevó el cadáver al automóvil y lo colocó en el asiento de atrás. Luego emprendió la marcha hacia Nueva York.
A pocos kilómetros de Morristown se desvió por una carretera lateral y detuvo el automóvil cerca de un letrero donde se anunciaba que en aquel lugar iba a contruirse una casa de apartamentos. Colocó el cadáver en el fondo de una excavación a medio llenar, ocultándolo bajo un montón de tierra. Sabía que pocas horas después los camiones de arena vendrían a rellenar las excavaciones y enterrarían el cuerpo bajo toneladas de tierra.
Cuando hubo terminado Parkes continuó hasta Nueva York, encontró a Rita y los dos se instalaron en un hotel.
Al atardecer del día siguiente sonó el timbre. Parkes abrió la puerta y se encontró ante dos hombres.
—Somos agentes de la policía de Morristown—dijo uno—. Deseamos hablar con la señora Parkes.
—Ahora no está aquí—contestó Oscar—. Ha salido de compras.
— ¿No permite usted que la esperemos?
Parkes comprendió que estaba perdido. Rita regresaría de un momento a otro. ¿Pero en qué había consistido su equivocación?
—Es inútil continuar fingiendo—dijo—. Confieso que maté a mi esposa. Pero, ¿cómo lo saben ustedes?
Los detectives se miraron el uno al otro.
—Hasta que usted nos lo ha dicho—contestó uno—, no lo sabíamos. Esta mañana hemos recibido una carta extraña y el sargentode servicio nos ordenó que comprobásemos su contenido. Al no encontrar a nadie en su casa, buscamos a su mayordomo y él nos dijo que la señora le había dado la carta para echarla al buzón minutos antes de que usted le despidiera. Le preguntmos dónde podrimos encontrarle a usted y nos dijo que cuando venía a Nueva York acostumbraba hospedarse en este hotel...
Estaba dirigida a la Policía: "No puedo seguir siendo una carga para el hombre que amo. Últimamente mis dolores han sido excesivos y como soy inútil para él y para mí, cuando termine esta carta tomaré la cantidad necesaria de barbitúricos. Así él y yo quedaremos libres. Espero que mi marido me perdone y acepte este triste regalo de aniversario con el mismo espíritu que lo inspira."