Arroces secos
Arròs amb conill i cargols, Arroz con conejo y caracoles

Ingredientes:
  • 1 Conejo, preferentemente de caza, y si nó, pues de corral.
  • 500 gramos de arròs de València
  • 2 tomates maduros.
  • 4 docenas de caracoles de montaña (baquetes)
  • Aceite de Oliva.
  • azafrán.
  • 1 ramita de romero o de tomillo.
  • Sal.
Preparación:
  1. Comenzaremos por el "engañado" de los caracoles, para lo que los lavamos primero en abundante agua para sacar las babas, y luego los dejamos en una cazuela de barro con agua tibia y los bordes recubiertos de sal, hasta que saquen las mollas y se ahoguen.
  2. Los sacamos, retiramos los que no hayan salido y los tiramos, y pasamos los demás por agua fría reservándolos.
  3. En un caldero o paella de tamaño adecuado ponemos un buen chorro de aceite y sofreimos a fuego suave el conejo troceado, y cuando empiece a dorar añadimos el tomate picado, rehogando durante unos minutitos.
  4. Cubrimos los ingredientes con agua hasta las asas del caldero y ponemos a fuego vivo hasta que arranque a hervir.
  5. Añadimos entonces el arroz y luego los caracoles, sazonamos con sal y unas hebras de azafrán y ,si es posible, una ramita de romero o tomillo, y mantenemos a fuego vivo unos 8 minutos.
  6. Pasado este tiempo, reducimos a fuego suave y se mantiene durante 10 minutos más hasta que el arroz esté listo.
  7. Hemos de tratarlo como si fuese paella, jugando con el fuego para ajustarnos a que el caldo dure los 18 minutos de cocción del arroz, sin sobrar ni faltar.
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El tajo de Roldan (2)
Un día, Roldán al volver a su cabaña se cruzó con un extraño personaje que le dijo que a su bella doncella le quedaban muy pocas horas de vida…. únicamente las que faltaban para que el sol se ocultara por la ladera de la montaña. En ese punto su joven amada moriría sin remedio.

Desesperado Roldán corrió a su cabaña y comprobó como su amada, poco a poco, iba apagándose conforme el sol bajaba. A cada momento se encontraba más débil.

Furioso ante su impotencia, el coloso salió a recriminarle al sol su desdicha y rogarle que quedara quieto en el cielo. Entonces recordó que su amada moriría solo cuando “el sol se ocultara”. Fué desesperado hacia la cumbre del Puig Campana y de un puntapie rompió un trozo de montaña consiguiendo así unos minutos más de luz y bajó corriendo a por su amada para intentar alargar el máximo el tiempo de su vida, pero el sol, inmutable, no tardó en ponerse.