Pere Forment estaba contento. Hacía ya casi un año que había hecho desaparecer al imbécil de muchacho que tuvo la osadía de acercarse a su hija con la esperanza de hacerse con su fortuna. Y desde ese momento, casualidades de la vida, la suya había mejorado notablemente. Su hija se había comprometido con Olaff Riestag, heredero de los mejores astilleros de yates de Suecia, su país de origen, y hoy precisamente pensaban anunciar el acontecimiento en la reunión de amigos que tendría lugar en su residencia de la costa Alicantina. Y no solamente era eso lo que celebraría, su movilidad se había visto muy mejorada, casi en su totalidad, después de una operación a la que se había sometido hacía ya unos tres meses. Para complementar su felicidad, y amenizar la reunión de la tarde había conseguido contratar a una de las mejores orquestas, que mandaron a un grupo de sus músicos, por una astronómica suma de dinero que a el le pareció poco más que calderilla.
Forment se paseaba nervioso por su habitación. No lograba entenderlo. Después de tanto tiempo estaba nervioso como un niño ante su mejor regalo. Se paseaba de un lado a otro en su habitación, su mujer al escucharlo entró e intentó calmarlo; le colocó bien la corbata, le preparó una copa de cava para el, se sirvió otra y, por fin, consiguió apaciguar al nervioso Forment. Al fin y al cabo faltaba todavía media hora para que empezaran a llegar los amigos y todo estaba perfectamente controlado.
Se sentaron al borde de la cama y escucharon la lejana risa de su hija que conversaba con su prometido. Chocaron sus copas y brindaron «por la suerte de haber conseguido librarse del problema de aquel medio novio de la niña con tanta facilidad» ya todo estaba atado y bien atado.
Por el jardín se empezaron a oír la llegada de los primeros coches con los amigos, conocidos, clientes y proveedores más puntuales.
Habían preparado un marco extraordinario en el jardín de su gran mansión. Los primeros días de junio son espectaculares en Alicante. Las flores llenaban los parterres, el jardinero no habían dejado ni una sola hoja muerta sobre el césped recién cortado, la piscina se había limpiado repetidas veces, las mesas de jardín, sombrillas y toldos preparados para el efecto, habían sido repartidos meticulósamente por una empresa paisajista. Todo estaba correcto...hasta el día había salido maravilloso y se escucharon algunos comentarios sugiriendo que quizás el anfitrión lo había encargado así. Se oian los primeros acordes de afinación de la orquesta que preparaba sus instrumentos desde el escenario seleccionado del jardín, por su mejor acústica.
Unos minutos antes de la hora señalada ya estaban todos los invitados en el jardín de la mansión.
A la hora en punto la orquesta empezó a tocar suavemente el repertorio seleccionado especialmente por Forment. Todos los invitados estaban ya con la copa en su mano y solo faltaba que el anfitrión los saludara , les diera la bienvenida y bajara a formar parte de la alegría general.
Pasaban diez minutos de la hora cuando Forment y su esposa salieron al jardín, la orquesta dejó de tocar y desde lo alto de la escalera se dirigieron a sus invitados.
-Amigos -dijo- os he reunido aquí porque quiero que celebréis conmigo uno de los mejores momentos de mi vida. Poco me conoceríais si pensarais que os lo voy a decir inmediatamente. No, primero estaremos con vosotros, nos tomaremos una copa de champagne o lo que os pida el cuerpo en ese momento. No quiero entreteneros, para eso ya están las bebidas, canapés o lo que deseéis y, por supuesto, esta fabulosa orquesta que nos deleitará toda la velada. Sin más, amigos, gracias por venir y recordar que no soy amante del espectáculo por el espectáculo ni de los aplausos como agasajo sin sentido que solo pretenden adular.
Y en pocos segundos ya estaba en el jardín estrechando las manos de sus amigos, proveedores y clientes, sonriendo y saludando al centenar de personas que había congregado la fiesta.
Pere Forment siempre cumplía sus promesas, eso era bien sabido, y no sería esta la primera vez que faltara a su palabra. La fiesta estaba siendo un rotundo éxito. Sus asesores habían conseguido que nadie se encontrara incómodo; personas que tenían diferencias entre si, por casualidad, cuando se juntaban entraba en la conversación una hermosa mujer o un caballero afable que sabía dirigir la conversación hacia temas no conflictivos o en casos extremos disolver el grupo con una excelente sabiduría que mantenía la alegría. Otro grupo estaban atentos a las personas que podían beber más de la cuenta y, cuando consideraban que existía algún peligro, se encargaban de mantener al díscolo borrachín fuera de las ansiadas copas. Y ya era hora de que se cumpliera la promesa de anunciar la magna nueva. Y no era solamente una, tenía que dar varias noticias, aunque una era la que más lo alegraba, la inminente boda de su hija. También anunciaría la ansiada fusión de una parte de su negocio con un gigante americano, que estaba ya firmada en unas condiciones optimas para su empresa, y su próxima retirada del negocio por un año mínimo que emplearía en dar una vuelta al mundo con su esposa.
Sin que nadie se percatara subieron a su habitación del tercer piso y cuando asomaron por la terraza, a una señal de la persona encargada, la orquesta dio un redoble para llamar a la atención. Todo estaba medido y programado, la orquesta permanecería silenciosa durante su anuncio y al finalizar, especialmente elegida por el, sonaría el “Vals de la bella durmiente” de Tchaikovsky y, en ese momento, comenzaría un castillo de fuegos artificiales preparado por una renombrada pirotécnica y que seguiría en el cielo los compases de la música.
La expectación fue enorme, todos fijaron sus miradas en la pareja que comenzó a anunciar cada una de las noticias y que finalizaba cada una de ellas con los murmullos de los asistentes y algunos comentarios de los implicados de alguna manera en la noticia. Por fin llegó la hora de la gran bomba final, la anunció, extendió sus brazos y dijo.
-Amigos, no para mi, pero la pareja si merece un aplauso de vuestra parte.
Y la gente congregada estalló en unos sonoros aplausos. La orquesta comenzó a tocar el vals y la pareja, cogiéndose de la mano, avanzó con la intención de abrir el baile para los asistentes que quisieran acompañarlos. Inmediatamente se iluminó el cielo con el castillo de fuegos artificiales pero... ¿por que los invitados no se giraban a ver el espectáculo? ¿que pasaba en la terraza que hacía que nadie podía apartar los ojos de la terraza?
Pere Forment había empezado una danza alocada, iba de un lado al otro de la terraza con pasos militares, agitaba sus brazos y de pronto comenzaba un solitario partido de fútbol pegando patadas a una pelota invisible, paraba de momento y pasaba a unos ágiles pasos de ballet. Su esposa, horrorizada no sabía que hacer, lo miraba dar vueltas a su alrededor simulando ser un canguro o se dejaba caer en el suelo y pedaleaba o saltaba como una rana. Por fin, avergonzada no pudiendo aguantar más, cayó desmayada. Alguien se encargó de hacer señales a la orquesta para que dejara de tocar pues desde el escenario donde estaban no podian ser testigos del espectáculo. Y en ese momento, Pere Forment con un último movimiento, saltó por encima de la barandilla estrellándose contra los escalones de su imponente escalera.
Alejandro Correcher: Junio del 2016
Estos fueron los hechos e inmediatamente fuimos llamados Salvador y yo, Salva como inspector para ver las circunstancias en el lugar del accidente y certificar sus impresiones y yo como parte de la aseguradora para comprobar si la muerte del señor Forment podía ser un asesinato.
En principio la cosa estaba clara. Nadie estaba con Pere Forment cuando le sobrevino la locura temporal, no había nada que pudiera haberle causado un deseo irrefrenable de lanzarse al vacío. Y sin embargo, lo había hecho. Yacía desmadejado en los escalones de la imponente escalera con el cuello roto. Ya no le servían para nada sus innumerables retoques para conservar la juventud y su carísima peluca que, como una rata muerta, descansaba al fondo de la escalera. Su pierna ortopédica, doblada en un ángulo extraño, daba una extraña imagen al cadáver del millonario y como un toque siniestro, su billetera se había salido de la chaqueta y yacía abierta cerca de su mano derecha que doblaba sus dedos clavándose las uñas en su palma..
Nosotros poco pudimos hacer en ese instante. La labor de Salva se limitó a tomar nota de los asistentes, procurar que se tomaran las fotografías necesarias, cerrar el lugar para evitar contaminaciones y esperar que viniera el juez a permitir el levantamiento del cadáver. Los contactos de la familia no permitirían hacer más, de momento. Los asistentes eran todos personas muy influyentes y la investigación sería necesario realizarla con mucho tacto. Le llegaba a Salva una temporada de mucho trabajo en el que demostraría sus grandes dotes de diplomacia. Ahora le tocaba el turno al forense que, en atención a la fortuna del personaje, tendría los resultados para las 12 horas del próximo día.
Esa noche nos reunimos en mi casa, junto con Ester, para comentar los pormenores del caso e intentar, entre los tres, encontrar un motivo al extraño comportamiento de Pere Forment. ¿Como una persona que termina de hacer pública su alegría anunciando un viaje de ensueño, una fusión extraordinaria para su empresa y, sobre todo, la próxima boda de su hija, se vuelve loca y se suicida delante de todo el mundo? Solo cabía una solución al acertijo. Forment había sido drogado de algún modo. Habría que investigar a todos los asistentes y sobre todo el personal contratado para el evento. Lo más urgente era esperar a las conclusiones del informe forense.
No obstante yo tenía algunas ideas absurdas y de mi biblioteca saqué un libro que se lo tendí a Salva para que lo leyera esa noche en la cama. Cuando vio el título me miró y sonrió. ¿Por que no? Le dije.
El forense hizo horas extraordinarias. Esa misma noche la pasarían con el cuerpo y a la mañana siguiente a primera hora de la tarde estaba previsto llevarlo a la capilla de la funeraria en el cementerio privado donde se le haría una misa y después pasaría al velatorio. Al día siguiente por la tarde sería enterrado en el panteón familiar.
A medio día quedamos para comer en el Mesón de Perico. Salva nos traería el informa del forense y comentaríamos las últimas novedades del caso. La mañana la pasé revisando las pólizas de seguros y rogando por que Forment se hubiera suicidado porque si no era así, el pago de su seguro de vida sería multimillonario.
Como siempre yo llegué el primero, después Ester y quince minutos tarde Salva.
-Aquí tengo el informe del forense -dijo Salva-. Alex, tengo malas noticias para ti. En el cuerpo de Pere Forment no hay nada extraño. Ni tan siquiera estaba borracho.
-Bueno -contesté- lo siento por la aseguradora. De todos modos antes de dar por cerrado el caso me gustaría que siguiéramos comentando las posibilidades de que haya algo extraño en esta muerte. Hay que tener en cuenta que el seguro solamente cubre la muerte natural o por accidente. Caso de que se pudiera demostrar un suicidio o un asesinato la cosa no estaría nada clara.
-Demostrar un suicido llevaría muchas complicaciones -terció Ester-. Por lo pronto podría alegarse que la muerte ha sido por una enajenación mental transitoria y esto es una enfermedad.
-Por esta razón he de llevarle a las aseguradoras un informe totalmente comprobado -dije al tiempo que llamaba al camarero.
Con un gesto indiqué a Vicent, el camarero que ya conocíamos de muchas veces anteriores, que comerían lo mismo que otras veces: una ensalada al medio de la mesa para todos y unos excelentes platos de “all i pevre” (1). El acompañamiento sería el clásico con unas cervezas. En el postre diferíamos. Ester un helado de vainilla y chocolate, Salva su imprescindible “Castaña Valenciana” (2) y yo que prefiero pasar directamente al café muy corto.
-Viste lo que te di ayer Salva -pregunté- ¿Que te parece?
-Me parece -contestó- que hay que comprobarlo. Con las técnicas actuales es un sistema perfectamente viable. He pedido una orden para hacer otra comprobación en el cuerpo antes de que sea enterrado. Seguramente me llegará mañana a primera hora de la tarde y el cuerpo no enterrado en el panteón familiar hasta pasado mañana por la tarde. Habrá tiempo. Le mandé a Ester la información resumida de lo que me distes y piensa que es totalmente factible. ¿No es cierto Ester?
-Si -dijo mientras hacía sitio en la mesa para que empezaran a poner la ensalada y las cañas de cerveza- Pero tengo una duda sobre el sistema que se pudo emplear para ponerlo en marcha. ¿Que pasó segundos antes de que Forment comenzara con sus excentricidades?
-Pues que Pere Forment anunció las novedades y estaba francamente satisfecho -dijo Salva-.
-La orquesta comenzó a tocar el “Vals de la bella durmiente” y la pareja tenía que comenzar a bailar -continué-.
-No, -dijo Ester- no me parece que sea nada de eso...a menos que pudiera ser algo con la orquesta, alguna nota que pudiera haberle sido insertada en su cerebro con alguna sesión de hipnotismo. Pero bueno, seguir pensando a ver que se os ocurre que aquí llega el “all i pevre”.
Y continuaron entre risas y brindis la comida que, como siempre pasaba, duraba cerca de dos horas.
Ya estaban con los postres cuando Salva preguntó.
-¿A que hora le hacían la misa esta tarde?
-No estoy seguro si era a las 5 o las 6 -respondí mientras soplaba ligeramente al café que estaba excesivamente caliente para mi gusto.
-Creo que a las 5,30 me comentasteis -dijo Ester- No ibais a ir porque era cosa de la familia, que seguramente si que estaríais en el entierro por si pasaba algo de interés para el caso. También me dijisteis que este buen hombre decía no soportar el espectáculo ni los aplausos y seguro que antes de la misa y después de un discursito para comentar las buenas cualidades de su persona, cosas que te destacan siempre después de muerto, tendrá un buen número de ellos.
Salva y yo nos miramos fijamente a los ojos, ambos sabíamos lo que el otro estaba pensando.
-¡Santo cielo! -exclamamos al unísono-.
Nos levantamos de la mesa rápidamente, miramos a Ester, y le pedimos que se ocupara de pagar la cuenta, nosotros teníamos que salir sin perdida de tiempo.
En la pequeña capilla del tanatorio reinaba el silencio. En el centro descansaba el recargado ataúd de Pere Forment. La exclusividad llegaba hasta después de muertos. Cementerio privado para una élite en el que destacaba el panteón familiar. Al muerto le daba igual ya. La familia había luchado para que no se le hiciera la autopsia pero la presión de las aseguradoras había conseguido que se llevara a cabo, al menos de la manera más elemental para estar seguros de que no se le había suministrado ningún tipo de fármaco que volviera loco su cerebro.
Antes de la misa el sacerdote les sugirió que podrían decir unas palabras sobre el finado a los asistentes. Marián avanzó, se colocó al lado del féretro y agradeció la asistencia a los asistentes, que sin ser tantos como cuando el motivo era una fiesta, si que llenaban la relativamente pequeña capilla. Marián demostró que efectivamente el amor por su padre era real y lo admiraba. Pere había salido de la nada, de un modesto comercio en un pueblo próximo a Valencia había conseguido amasar una enorme fortuna sin que, y esto era lo más difícil, nunca se le hubieran podido probar grandes ilegalidades. Ahora que los negocios pasaban a manos de su mujer, hija y posiblemente yerno en un futuro, era necesario demostrar lo grandes amigos que fueron en vida del fallecido los asistentes al acto, para poder continuar la colaboración comercial con los herederos. Cuando Marián terminó su pequeño discurso, los asistentes prorrumpieron en aplausos.
¡Y fue entonces cuando se desencadenó el infierno! Se empezaron a escuchar grandes patadas dentro del ataúd que comenzó a moverse alocadamente. La tapa parecía aflojarse y en los costados a la madera se le comenzaron a abrir grietas por la enorme presión de los dentro de la caja.
La confusión fue enorme. Algunas mujeres gritaban ¡está vivo! Pero cuando entendían que después del tratamiento forense esto era imposible su imagen fue la de un muerto levantándose del féretro y abalanzándose contra ellos. Comenzaron a levantarse de sus asientos gritando y corrieron hacia la puerta de la capilla que, incapaz de admitir la enorme avalancha de cuerpos que querían escapar todos a la vez provocaban un tapón aplastando los unos a los otros.
Fue en ese momento en el que llegamos. Estirando y arrastrando a las primeras personas que tapaban la salida con sus cuerpos medio aplastados, conseguimos poco a poco que fueran saliendo gente enloquecida y con los rostros desencajados por el pánico. Con el fin de calmarlos en lo posible les gritábamos...
-¡No pasa nada señores! No es el muerto el que produce esas patadas dentro del ataúd. Es su pierna mecánica...
Pero los gritos impedían que fuéramos escuchados y necesitamos mucho rato para que conseguir que se fueran calmando las primeras personas. Al poco rato fueron llegando ambulancias que se llevaron a varios heridos grabes y muchas personas fueron tratadas allí mismo con grandes ataques de ansiedad. Dos ancianos habían muerto de ataques al corazón y fueron encontrados en el interior entre los asientos. Dentro, habían dejado de oírse los golpes en la caja y, aunque estaba caída en el suelo y rota la tapadera, la consistencia de su gran calidad había impedido que se saliera el cuerpo librando a la familia, cuando entrara, del espectáculo de un cuerpo retorcido y en una posición extraña en la que destacaba colgando fuera del féretro su espectacular y carísima pierna automática.
-¿Como pensaste en que podría ser la pierna automática Alex? -me preguntó Ester mientras degustábamos una extraordinaria mistela (3) de Alicante en la pequeña huerta que tengo en el patio y que cuido como si fuera una amante fiel-.
-Pensé en el cuento de “La pata de palo”. Este cuento de la edad media que, como pudiste leer, tiene un tema idéntico al caso de Pere Forment.
-Efectivamente, un hombre rico encarga al mejor fabricante de patas de palo que le haga la mejor nunca creada, algo tan extraordinario que ande sola. Y el artesano se la hace. Lo que el no le encargó es que también pudiera parar y en cuanto se la pone, la pata sale corriendo. Se dice que no hace mucho vieron a un esqueleto descarnado andado apresurado por los Cárpatos, levantando un puño y maldiciendo mientras es arrastrado por toda la eternidad por su pata de palo andarina.
-Desde luego, el follón que se ha armado es monumental. Salva va a tener trabajo por bastante tiempo intentando reconstruir todos los cabos que, después de muchas investigaciones, han llevado al anterior novia de Marián y que ha demostrado ser un técnico en robótica extraordinario. No solamente ha conseguido un movimiento perfecto de la pierna, los circuitos electrónicos creados para activarse con los aplausos, la obra maestra de insertar micro impulsos eléctricos a algunos músculos del cuerpo que son los que le provocaban aquellos movimientos tan ridículos y, por supuesto el gran conocimiento y estudio necesario para estudiar a fondo el mejor momento, lugar y situación perfecta para que todo saliera sin ningún fallo hacen de este caso una obra maestra. La venganza fue terrible. Lástima que su inteligencia no la dedicara al bien.
-Bueno, en realidad también era ya algo imposible puesto que Pere Forment había movido hilos para que no fuera admitido en ningún sitio.
-Si, pero ya ves que consiguió tener acceso a la pierna ortopédica para hacerle las variaciones necesarias y conectar al mecanismo los circuitos que escuchaban e interpretaban el sonido y luego de poner en marcha el programa, se desconectara para evitar que descubrieran que no era el hombre el que decidía sus movimientos, era su pierna.
-¿Sabes si han dado con este tal Gonzálo Marín?
-No, Salva me ha dicho que hay muchas posibilidades de que haya salido de España con documentación falsa. Ten en cuenta que la huida la programó y llevó a cabo bastante tiempo antes del suceso. Al fin y al cabo el trabajo lo tenía que hacer su ayudante “la pata de palo”.
Odio
Notas de Salva para los archivos.
Hemos considerado importante añadir un epílogo al caso de Pere Forment porque indica de donde viene el odio que el tal Gonzálo Marín le tenía. También es necesario aclarar que a la fecha que estamos actualmente no hemos podido detener al sospechoso.
Últimamente tenemos noticias, por la policía Europea, que en Internet ha escrito varias amenazas contra nosotros y el mundo en general. Cuando veamos estos artículos los incluiremos en nuestros archivos. Ester se encargará de pasarnos las comunicaciones, ella es la que está más al día con las redes sociales.
Notas del dosier de Gonzalo Marín
«Un odio enorme corroía las entrañas de Gonzalo Marín. Nunca se hubiera supuesto que el estúpido de su ex-suegro consiguiera separar a su hija de el. Es verdad que esa especie de cerdo pelado tiene todo el dinero del mundo. Es cierto que el aliciente de su fortuna es capaz de comprar a personas y a cosas cuando quiere. ¡Pero separar a Marián de el! ¡Eso no podía consentirlo! ¡La muerte es poco para el! ¡Ya no le importa la idiota de su hija! Pero lo ha dejado en ridículo delante de mucha gente y eso merece la muerte...¡Más que la muerte! Se merece una muerte ridícula, delante de todo el mundo, lo mismo que le ha hecho a el. Ese viejo seboso y tullido no sabe quien es el, no conoce que tenía delante a la persona más inteligente del mundo y que no debía dudar que conseguirá lo que se propone y nadie, jamás, podrá acusarlo de nada.
Dicen que la venganza es dulce, pero el odio que la motiva es una enfermedad terrible que hace más desgraciado al verdugo que a la victima. El padre de Marián quizás ya ni se acuerde de el, pero Gonzalo no puede dormir tan siquiera. Se despierta mil veces chirriádole los dientes y con un sudor frío. Revive cada vez el momento en que esa maldita persona bajó de su coche, se acercó con el extraño movimiento al que le obligaba su pierna ortopédica y, apuntándole con su bastón, le increpó ordenándole que no volviera a ponerse en contacto con su hija o tanto el como sus amigos tendrían que buscar trabajo en África central si querían poder comer. Y todos los presentes sabían a ciencia cierta que Pere Forment nunca amenazaba en vano. Ese fue el último momento en que vio a sus amigos. Ya nadie contestaba a sus llamadas y, a pesar de ser un técnico altamente cualificado en electrónica y con varias especialidades aprobadas con sobresalientes, fue despedido de la empresa en que trabajaba.»
Su mente enferma cayó, según Ester, en la locura y su vida ya solo tenía un fin; el vengarse de Pere Forment.
Normalmente la gente piensa que a cualquier asesino si no antes después, le caerá encima todo el peso de la ley ¡Nada más lejos de la realidad!
Ni Alex ni yo conocemos, ni de lejos, los asesinatos y homicidios que se cometen diariamente. Sobre todo, porque los que verdaderamente están bien hechos nunca se sabrá que lo fueron.
¡Cuantos muertos por sobredosis, cuantas embolias, cuantos accidentes serán verdaderamente un homicidio! Y nunca se sabrá.
Conocí una vez una empresa, a la que los nuevos socios hicieron ampliaciones de capital sabiendo que el creador de la empresa y socio minoritario, no podría aportar su parte. Ni que decir tiene que estas ampliaciones no eran necesarias. Esta trampa legal les sirvió para deshacerse de el. Se suicidó. Su mujer me preguntó un día. “No con una pistola, desde luego, pero ¿A mi marido lo han matado verdad?” ¿Qué le iba a decir?
Hay muchos asesinos, pero no están penados por la ley, y la ley está por encima de la justicia. Lamentablemente.
Ante un atropello manifiesto el juez dirá, “Lo siento, lo ampara la ley”. Y esa noche dormirá tranquilo porque ha respetado la ley.
Por otro lado ¿Estamos convencidos de que ese matrimonio que se llevaba tan mal, ella ha muerto intoxicada por la estufa? ¿Y ese anciano rico que murió al confundir sus pastillas de los ojos? ¿Y que me dices de esa mujer que conoces, que murió el marido de una septicemia y al poco se casó con su amigo médico?
Todo se ha investigado y todo se ha comprobado, pero... ¿A alguien beneficiaría nuestra muerte?
¿Conseguiremos atrapar a Gonzálo Marín? No lo podemos asegurar.
De momento sería interesante repasar un caso que nos llegó a través de un amigo mio médico y que comentaremos el próximo fin de semana en nuestra reunión gastronómica.