-Así es que su amigo Esteban me comentó que usted es periodista.
Comentó Elena abriendo una puerta e indicándole con un gesto que pasara a la habitación que con unas estanterías llenas de libros y una mesa de un exquisito estilo clásico, sin llegar a ser viejo, estaba clara su función como biblioteca y despacho.
Estaba claro que la muchacha no deseaba que esa reunión tuviera ningún tipo de formalidad e indico a Pedro que se sentara en uno de los silloncitos que, en un extremo de la habitación, iluminaba una de las ventanas que daban al jardín. Una mesita con una pequeña figura de un dragón chino y un marco con la fotografías de un hombre, una mujer, un joven de unos 25 años y la muchacha que indudablemente era Elena reposaban encima.
-Pues si Elena -mintió Pedro al tiempo que se sentaban ambos para continuar la conversación con más comodidad- trabajo en un periódico de EEUU que está especializado en temas de ciudades, viajes, turismo, etc...
-Y como es que le se les ocurrió la idea de hacer unas historias sobre el barrio de Jesús de Valencia.
-Varios compañeros que trabajan en la redacción son españoles y al plantearse la posibilidad de escribir sobre barrios típicos de algunas ciudades Españolas, pensé que sería buena idea comenzar con algunos como Patraix, Cabañal, Ruzafa, etc. Y me decidí a empezar por este.
-Pues estoy encantada de poder ayudarle, aunque será poco ya que mi padre solo construyó dos fincas a principios del siglo pasado y no creo que yo conozca nada relevante en ninguna. Precisamente la semana que viene será derribada la segunda que nos quedaba.
-Podíamos empezar con esa, si a usted le parece. Es posible que conserven alguna documentación de los inquilinos que han tenido. Sería interesante que me pusiera yo en contacto con algunos y pueden contarme algunas anécdotas del barrio y de la finca en particular. Sería empezar con esto, quizás con la descripción del propio derribo, como fin de una época y centro de la correspondiente historia del barrio. No quiero guerras ni catástrofes, solamente deseo la vida normal de las familias, sus alegrías, amoríos, deseos...
-Lo comprendo perfectamente Pedro y le tengo preparada una lista de los que he podido ver en los papeles de mi padre.
-Se lo agradezco muchísimo. ¿Usted no recuerda nada? ¿Alguna anécdota que me pueda servir?
Y Pedro esperó la respuesta con la máxima atención ya que quizás, solamente quizás, tuviera la fortuna de que esta hermosa mujer fuera la que dejó la nota que hizo revivir su corazón.
-No Pedro, no tengo ni idea. No he estado muy atenta con los negocios de mi padre, como mi hermano y ni tan siquiera he visitado estos edificios. También he pasado muchos años en Suiza y Francia. Ahora estoy pendiente de ver que todo termina bien con esta finca que falta y partiré hacia Italia.
-Quizás recuerde o tenga más documentación su hermano. ¿Es posble?
-Mi hermano murió hace 5 años. Yo he tenido que hacerme cargo de lo que queda de los negocios, reconozco que con muy poca idea y solamente he conseguido mantenerlos. Ahora desde mi casa de Italia he decidido que no es lo mio y que lamentablemente solo me proporciona recuerdos que me hacen sufrir.
-Lo siento muchísimo Elena, lamento el haberle preguntado. Al ver sobre la mesa la fotografía de su familia...en fin, disculpe mi poco tacto de, sin conocerlos, haberle causado un dolor
-No se preocupe Pedro, hace ya tiempo y este lo cura todo. Estas són algunas de las razones que me han impulsado a vender los negocios y las fincas. He de reconocer que el haberlo mantenidos estos años ha sido únicamente por los recuerdos y que he tenido más perdidas que beneficios con ellos. No he nacido para esto. Solamente mantendré en España esta casa que me cuidará una familia que ya entraron en ella cuando yo tenía 20 años y han estado con nosotros más como familia que como empleados. Y ahora perdóneme Pedro, no se me había ocurrido el ofrecerle una taza de café. Yo voy a pedir una, ¿Usted quiere?
-Se la agradezco, le confieso que soy, inclusive demasiado, amante del café.
Se levantó Elena, se dirigió a la puerta y llamando a un tal Roque, le encargó las dos tazas de café. Despues, no regreso directamente con Pedro y se dirigió a una de las estanterías de las bibliotecas, buscó con la mirada algunos libros sacó tres que conservó en las manos mientras se sentaba nuevamente.
-Le gusta viajar por lo que veo, Elena -le dijo Pedro. A mi también. Salí de España a los 22 años hacia Estados Unidos y ya he recorrido buena parte de esta tierra en la que recorremos el espacio.
-Tendrá usted muchas cosas que contar amigo Pedro. ¿verdad?
-¡No me tire de la lengua que si comienzo a contar historias...tendrá usted que pararme! -le respondió sonriendo.
-¡Pero también sabe usted no contarlo todo! ¿Será por ser demasiado reservado, por no presumir, o...sencillamente no mezclarlo con su trabajo de periodista?
Y dejó encima de la mesa los tres libros que en la portada mostraban sus títulos y su autor Pedro Legal. Giró uno de ellos para que mostrara su contraportada en la que destacaba la fotografía de su autor. Pedro sonrió y tomando uno de los libros en sus manos le dijo a Elena que también sonreía.
-Me ha pillado Elena. No le he mentido en esto.No quería que pensara que me daba importancia por haber escrito algunos pequeños libros sin importancia. Lo que no suponía era que usted me hubiera honrado destinando parte de su biblioteca a mi humilde contribución con la literatura. Le aseguro que, lo que intento conocer, no es para escribir un libro, aunque, bien pensado, a lo mejor si que podría haber una bonita historia. Y puesto que ha leído mis libros, sabrá que soy más partidario de pequeños relatos, prácticamente anécdotas, que a historias muy complejas. Una paella valenciana a la que se añaden muchos componentes, puede estar buena, pero no es una paella valenciana y, con los pocos que lleva, ¡es inmejorable!
-Es una comparación perfecta pero, antes de continuar con esta amena charla, le tengo que pedir, si a usted le parece bien, que dejemos de tratarnos con tanta cortesía y bajemos más al vulgo tratándonos de tú como buenos amigos.
-No me atrevía a pedírtelo -dijo Pedro mientras dejaba escapar un suspiro indicando que ya se encontraba más cómodo- porque muchas veces se pueden malinterpretar palabras que llevarían a una situación tensa.
-Se nota que has estado fuera mucho tiempo. Aquí cada día es más normal que, si no se trata de una anciana, antigua o de “alto copete”, tardemos muy poco, o nada, en descender a tratamientos más formales, al menos entre conocidos.
-¿Y que te parecen estos tres libros? ¿Te han gustado?
-Mucho, de verdad que mucho. Tengo que confesarte que cuentas cosas que me gustan y me hacen pensar, aunque tengo que confesarte que, como estudiosa del comportamiento humano, a mi me parece que faltan algunos, o están reprimidos, sentimientos cariñosos en varios capítulos. Sería muy interesante descubrírselos al escritor.
-Pues eso tiene una solución muy sencilla. Yo he quedado a comer con Esteban, que como sabrás es, aparte de amigo mio de la infancia, mi representante en España. ¿Querrás honrarnos con tu presencia y amistad? Tenemos que darnos prisa en conocernos porque tu partes para Italia y yo no puedo faltar el lunes próximo a una presentación en San Francisco de una novela que aun no está a la venta. ¿Que contestas?
-¡Ya tengo hambre amigo mio! Vamos primero a que te entregue los papeles de las fincas y a ver lo que puedas sacar. No me los pierdas porque, aunque es seguro que no me van a servir despues de la semana que viene, siempre puede surgir algún problema, y es por esta razón que todavía me has pillado en esta casa. Vamos a tomarnos el café que nos trae amablemente Roque y pasaremos a poner en una carpeta los papeles. -Vamos pues -terminó Pedro.
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