Las conservas

El dragón del patriarca.
Cuenta la leyenda que un cocodrilo, convertido en feroz dragón por la leyenda, habitaba en el cauce del río Turia atemorizando a las gentes que por allí se acercaban, sin que nadie pudiera hacerle frente, hasta que un dia...

Había en la carcel un preso que se ofreció a matarlo a cambio de su libertad.

No hicieron falta muchas deliberaciones para decidir que era un buen trato.

Este hombre se confeccionó un traje en el que fué pegando trozos de espejos y, despues de ponerselo, esperó a que el sol estuviera detrás del lugar por el que se conocía que salia el dragón.

Cuando, por fin, hizo su aparición, quedó deslumbrado por aquella figura reluciente que no lograba interpretar y que dañaba su vista.

Aprovechó nuestro hombre ese momento y acercandose a la fiera clavó su lanza en ella matándola.

Historia de las conservas

A finales del siglo XVIII Napoleón, vio que uno de sus problemas era la corta vida de los alimentos en el frente de batalla.

Anunció que premiaría con 12.000 francos a quien descubriera como era posible que la carne, la fruta o la verdura no se pudrieran.

Nicolas Appert, un cocinero parisino tuvo la idea de cocer los alimentos y envasarlos al vacío.

Su invento consistía en colocar los alimentos dentro de las botellas de vidrio tapadas con tapones de corcho sujetos con alambre y sellados con cera o lacre a los que sometía a un calentamiento en agua hirviendo durante largos períodos de tiempo.

Francia quería desarrollar una política de llevar los derechos de la República a toda Europa.

Los ejércitos podrían disponer de alimentos que no se alteraran durante el tiempo que duraban las largas campañas bélicas.

Appert no supo explicar por qué su método alargaba la duración de los alimentos.

Louis Pasteur años más tarde atribuiría la conservación a la inactivación de los microorganismos presentes, responsables de la alteración del alimento.