Mesxicotet no es, especialmente, amigo de seguir las normas ni de marcarse días ni horas para hacer cualquier trabajo o sencillamente visitar a alguien, descansar o jugar al futbol. En lineas generales es un pueblo anarquista para sus quehaceres diarios.

Sin embargo las mañanas del domingo, después de haber satisfechos al padre Nicanor en lo posible, había que tomarse su cervecita en el bar de Eleno.

La mayor parte de las conversaciones que son mantenidas no tienen la más mínima importancia para otras personas que no sean los mismos afectados. Pero otras me parecieron muy interesantes y las he ido guardando porque me impresionaron en sus ocurrencias o contestaciones. La mayor parte de ellas son las dirigidas, ¡como no?, a la abuela Manuela, aunque las más técnicas siempre solían tener como protagonista a Perogruyo. Como el inteligente lector habrá intuido, este era el mote por el que se conocía a Fulgencio Batista y se lo asignaron por la costumbre que tuvo un temporada hace unos años de contestar a cualquier pregunta con “eso es de Perogruyo”, o sea, la respuesta es tan simple que no hace falta ni contestarla.

Asi pues voy a poner en este capítulo algunas de las contestaciones que se dieron a algunas de las cuestiones que salieron en las conversaciones del vermutet de los domingos.

-Manuela, ¿temes al paso del tiempo? -Le pregunto Juanito a Manuela que, sentada en una silla parecía muy atenta a unas fotografías antiguas que le había llevado el alcalde.

-Naturalmente Juanito. Nos engaña constantemente. -reaspondió- Cuando eres joven no tienes un momento para dar cariño a los que te quieren porque crees que tendrás todo el tiempo del mundo para hacerlo. Y cuando de repente, su tiempo ya se les acabó y te es imposible hacerlo, tú no eres feliz, arrepentido por no haberles dado esos momentos de besos, abrazos o te quiero que tan felices les hubiera hecho.

Y Juanito Feliz le da otro tiento a su jarra de cerveza mientras hace recuento de a cuantas personas ya no puede darles un abrazo mientra les diría “te quiero” y se promete hacerlo a las que todavía puede darles esa alegría.

En el grupo más amantes de la barra que de la mesa, Perogruyo conversa con Eleno que le está haciendo una muy interesante pregunta.

-Perogrullo, ¿Por qué hay políticos en España que fomentan continuamente que el pueblo sólo mire hacia atrás?

-Muy sencillo Eleno -contesta-, si sólo miras hacia el pasado no ves las trampas que te ponen delante para el futuro y sigues cayendo en todas.

-¡Mira! -le dice Eleno mientras le rellena el vaso de cerveza- por esta contestación te has ganado una cervecita gratis.

Apoyado en la pared y mirando, muy pensativo, se encuentra Madaleno al que, en este momento, se le acerca Juanito Feliz.

-Te encuentro muy pensativo Madaleno ¿en qué piensas? -le pregunta.

-Verás amigo, en que prefiero mil veces que se me ayude para ser fuerte a que se me ayude porque soy débil.

-Está claro, -le contesta Juanito mientras deja el vaso de cerveza ya vacío en el alfeizar de la ventana- son las filosofías distintas de un buen o mal gobierno. Una persona honrada y trabajadora preferirá siempre que le den posibilidades de trabajar a que tenga que vivir de la caridad, sea de quien sea. No consientas nunca que te llamen tonto Madaleno, porque demuestras tener mucha más cordura que los que, con ánimo de burlarse, te lo llaman a veces.

-Pero yo comprendo -dice Madaleno dirigiendo la vista al grupo escandaloso que se ha formado junto al mostrador y que rien de alguna salida graciosa de Perogrullo- que tiene que ser difícil distinguir a un tonto en un grupo de gente. ¿No crees, Juanito?

Juanito le indica que se siente en una de las silla que hay junto a la ventana y a continuación se siente a su lado y apoyando los codos en la mesa comienza a contarle.

-Yo tenía un amigo que se le ocurrió hacer un pequeño experimento que demostraba muy fácilmente que no es tan difícil, inclusive en un grupo de gente desconocida, reconocer a los tontos. Este amigo mio se había comprado un perro y no sabía que nombre ponerle. La verdad es que el perro era feo y muy vago. No daba más de tres pasos sin descansar. Mi amigo tuvo la brillante idea de ponerle un nombre raro y estaba indeciso entre ponerle Salchichón, Pocopito o algunos más que se le fueron ocurriendo. Por fin se decidio por algo cortito y le puso Tontobobo. Un dia que fui a visitarlo, salimos a dar un paseo y en una plaza vimos a un grupo de seis o siete chavales de entre 18 y 23 años que charlaban animadamente. Mi amigo me hizo una señal y guiñándome un ojo arrimó el perro al grupito de jóvenes y, el perro siguiendo su natural proceder, inmediatamente se tumbó. Esperamos unos segundos y Joaquín, mi amigo, le dijo al perro levantando la voz.

-¡Hombre, ya era hora, por fin he encontrado al Tontobobo!

Los jóvenes, que no tenían conciencia de que el perro estaba entre unas matas, ya a punto de dormirse, pensaron que era con ellos a los que Joaquín se dirigía, todos se giraron y casi todos no hicieron ningún caso, luego rieron al ver que era al perro a quien se dirigía, pero uno en particular miró a mi amigo con cara de pocos amigos y llamándolo imbécil le sacó un dedo en la clásica posición ofensiva.

Recojimos al perro que al oir su noombre vino de inmediato y alejándonos anos metros, mi amigo me dijo.

-Te has dado cuenta Juan, solo se ofenden los que se sienten aludidos. El tonto asoció de inmediato que me refería a él.