Vamos a emplear, porque no se desmonta fácilmente, el llamado método italiano para hacer el merengue.
En un bol se ponen las claras, añadiéndoles unas gotas de zumo de limón.
Se empieza a batir muy despacio y cuando ya se ha formado una espuma blanca, se incorpora una cucharada de azúcar y se sigue batiendo hasta que queden montadas las claras a punto de merengue.
Con el agua y el azúcar restantes se hace un jarabe, a punto de bola floja.
Se va echando sobre las claras hasta que esté perfectamente incorporado y homogéneo.
En este punto se pueden añadir pequeñas cantidades del colorante si así lo deseamos, o las virutas, etc.
Lo clásico, claro, es no poner nada y dejarles su color blanco.
Se pone en una manga pastelera con una boquilla rizada ancha, y sobre un papel blanco, grueso y húmedo, se van formando los merengues.
Se espolvorean con azúcar glass y se meten a horno suave (120º) durante media hora.
Recordad que cada horno es un mundo y debereis probar con cuidado las primeras veces para cogerle el punto.
Para adultos se suelen hacer pequeñitos en forma de bocaditos, y yo les he visto añadir infinidad de cosas en el merengue, como café instantáneo, cacao en polvo, vainilla en polvo, etc... y rociarlos o hilarlos por encima con siropes licorizados, miel, chocolate fundido, etc.